Los sacerdotes de las villas sostienen, en un nuevo documento, que existe un fracaso del Estado para con los excluidos adictos al paco. No creen en la legalización del consumo y critican el rechazo a las internaciones psicoactivas.
Por Lucas Schaerer (NU)
Aprovechando que este jueves se conmemoró el Día Internacional contra la Droga, el equipo de sacerdotes que vive en las villas porteñas presentó un documento sobre “el fracaso” de la política estatal hacia los marginales adictos al paco y puso un freno a la avanzada por la despenalización del consumo.
En el teatro del inmenso colegio salesiano Don Bosco, en Yapeyú al 100, del barrio de Caballito, el cura Pepe Di Paola leyó el documento titulado “El desafío del paco”.
En ese documento, hablan de dos verdades que deben “reconocerse” y critican dos concepciones de moda que modifican la intervención de la justicia. La primera verdad es que “el mundo de los adultos abandonó a los chicos en situación de pobreza y los dejó en manos de aquellos que les ponen veneno en sus manos”. La segunda verdad es reconocer el “fracaso en todos los niveles”.
El padre Pepe lo dijo ante NOTICIAS URBANAS: “No puede el empresariado mirar para otro lado y decir acá no pasa nada, como tampoco puede haber iglesias con sus puertas cerradas, o la justicia penal no aplicar la ley”.
Para los religiosos que viven día a día entre los miserables de la Ciudad “el paco es similar a lo que fue el chaga, por ello debe ser una causa nacional luchar con esta droga. Toda la política social del país y las provincias debe acompañar a la política sanitaria”.
Respecto a la despenalización del consumo, aseguran en el texto de tres carillas que “sería dejar de lado la única herramienta actual que obliga al Estado a intervenir frente a tamaña inacción. Esta discusión pertenece a las últimas páginas de un libro”.
Después de esta estocada a los impulsores de las reformas a la ley de droga, liderados por el jefe de Gabinete Nacional Aníbal Fernández y la fiscal en licencia Mónica Cuñarro, los curas villeros aseguran que "la oferta de la droga llega antes que la escuela y poder tener un trabajo”.
Otra crítica recayó en la negación sistemática de los jueces a las internaciones psicoactivas. “Parece un sarcasmo, en los volquetes de la villa, entre la basura, hay cuiquitos de diez, o tal vez menos años consumiendo paco. Hay nenas de catorce prostituyéndose, por la misma causa. Les preguntan si se quieren recuperar, los mismos que obligan a sus hijos que tienen la misma edad a ir a la escuela o ir al médico. A ellos les preguntan. En nombre de la libertad, piensan que llevarlo a un hogar contra su voluntad es represión, y no entienden que la droga los hiere justamente en la libertad”.
En otro tramo del documento igual aclaran que “el que interna por internar, para sacar del medio, para que el pibe no moleste; y el que no interna cuando hace falta, ambos están lejos de entender a los pibes del paco". "Sólo escuchando podremos superar las antinomias ideológicas”, cierran.
La veintena de curas que integran la vicaria para las villas resaltó que “el paco en las villas no es una simple droga, es la expresión de la nueva exclusión” ya que el “hospital no está preparado parta recibir a los chicos, cuando las posibilidades de internación están todas demasiado lejos, cuando no tienen documentos, cuando en la escuela no tienen lugar, el mundo del trabajo les resulta esquivo y la justicia es sólo el organismo que los inculpa por las consecuencias del consumo y el único sitio que los recibe es la calle”.
Sobre la asistencia a los adictos sin recursos sostienen que “no basta con los dispositivos existentes. Es tan desarticulado e insignificante” y reconocen que eso solo igual no alcanza. Regresar del tratamiento significa verse inmersos “en un mundo donde se puede consumir de día y noche, no encuentran un lugar donde no se huela la droga” entonces rematan que para recuperarse los chicos hay que “cambiar el mundo a sur alrededor”.
El cura referente de los villeros reconoció que hubo algunos cambios desde la amenaza de muerte que sufrió el año pasado por difundir el documento que refería a la droga de hecho legalizada. “El Gobierno Nacional y la Ciudad aportaron para hacer la escuela secundaria en el barrio. Tenemos el hogar de día. Apostamos al cambio de actitud. Que los centros vayan a los pibes no esperar a que aparezcan”.
Para finalizar el texto, que fue precedido de un video con testimonios, oraciones religiosas y un cántico al cristo de los villeros, pidieron “cambiar para hacer lugar” y pusieron como ejemplo que la sociedad lo hizo “con las personas con capacidades diferentes”.
Pepe Di Paola lo expresó, y antes un cántico, los curas villeros son los herederos del tercermundista Carlos Mugica. Una foto suya en blanco y negro al costado del escenario del teatro acompañó esas palabras.