Neologismo tomado del término “Malinche”, podría ser otro supuesto mal de la cultura política latinoamericana y por ende de nuestro país. Pero ¿quién fue la Malinche?
Malinche es esa mujer sobre quien la historia ha callado mucho y sobre quien se ha hablado mucho pero escrito poco. Su nombre cristiano fue Marina, una de las veinte mujeres que le dieran al conquistador de México Hernán Cortés a cambio de paz y tranquilidad. Esa mujer que se convirtiera, según dicen las tradiciones, en la amante del conquistador y fiel intérprete y auxiliar de los españoles. Nacida en una familia noble azteca que, para favorecer su situación y la de un niño que había tenido, su madre la regaló o la vendió como esclava y luego la declaró muerta. Antes de convertirse en propiedad del cacique de Tabasco, Marina viajó en cautiverio desde su región natal de habla náhuatl a las regiones de habla maya en Yucatán, donde aprendió dicha lengua. Cuando Cortés llegó en 1519 a las costas de Tabasco tras la victoria lograda gracias al espanto que produjeron los caballos, vino la paz que los indios hicieron, según su costumbre, entregando a las mujeres a los antiguos enemigos. Entre ellas estaba esta joven mexica. Bella mujer, Malintzin, Marina o Malinche, las relaciones entre ella y Cortés fueron muy estrechas, convirtiéndose la muchacha en intérprete y consejera del conquistador. Una vez acabada la conquista, Cortés decidió casarla con uno de sus capitanes y de aquella unión nació su hija María, no sin antes reconocer al hijo nacido de su relación, Martín Cortés. Doña Marina, como fue bautizada por los españoles, murió misteriosamente en su casa de la calle de La Moneda, una madrugada del 29 de enero de 1529 o quizá fue asesinada para que no declarara en contra de Cortés en el juicio que se le hacía a éste. Sin embargo, su imagen, plasmada en las coloridas láminas del Lienzo de Tlaxcala o en las memorables páginas del Códice Florentino, aún recuerdan que ella, sin proponérselo, fue la madre simbólica del mestizaje en México.
La Malinche acumula un buen número de leyendas, de suposiciones menos comprobables y de asociaciones más o menos justas al personaje, como puede ser la palabra malinchismo, además de considerarla “primera madre” de México. Algunas leyendas de la cultura popular mexicana y guatemalteca la culpan de traición a los suyos y de vender a su patria, adjetivando con este término los perjuicios ocasionados a la propia cultura, prefiriendo la extranjera.
La escritora mexicana LAURA ESQUIVEL en su novela “Malinche, una mujer en llamas” reconstruye entre la ficción y la historia, la dolorosa vida de Malinalli o Malinche. El personaje es presentado en su dimensión humana, es decir, en sus múltiples filiaciones con su tiempo, su pueblo, su dios y su paisaje. La autora reflexiona, a través de su vida, sobre la condición femenina con una amplitud y profundidad que excede ampliamente el marco de esta novela. Demonizada por unos, admirada por otros, Malinche es vista desde un lugar nuevo, original, poderoso y lleno de belleza.
Fuera de la ficción, los historiadores no consideran a Marina la responsable del éxito de la conquista española. El apetito de los españoles por el oro, la epidemia de la viruela y, por supuesto, su superioridad militar fueron factores primordiales. Sin embargo, sus habilidades para servir de intérprete jugaron un papel enorme. Se tiene certeza de que ella facilitó la comunicación entre Cortés y varios de los líderes indígenas de la antigua América.
También en tradiciones de otras épocas y regiones, las mujeres eran consideradas brujas o hechiceras y responsables de todos los pecados del mundo y de los hombres, que justificaba que en nombre de la justicia divina, éstos las quemaran en la hoguera.
Sería bueno reflexionar entonces los alcances prejuiciosos de este término en la política argentina actual, en la que muchos y muchas se ensañan con la figura de su primera magistrada por su acercamiento a otros presidentes latinoamericanos u otros supuestos “males”, para no seguir actuando y pensando nada más que por lo que dicen las leyendas.
Fuera de la ficción, los historiadores no consideran a Marina la responsable del éxito de la conquista española. El apetito de los españoles por el oro, la epidemia de la viruela y, por supuesto, su superioridad militar fueron factores primordiales. Sin embargo, sus habilidades para servir de intérprete jugaron un papel enorme. Se tiene certeza de que ella facilitó la comunicación entre Cortés y varios de los líderes indígenas de la antigua América.
También en tradiciones de otras épocas y regiones, las mujeres eran consideradas brujas o hechiceras y responsables de todos los pecados del mundo y de los hombres, que justificaba que en nombre de la justicia divina, éstos las quemaran en la hoguera.
Sería bueno reflexionar entonces los alcances prejuiciosos de este término en la política argentina actual, en la que muchos y muchas se ensañan con la figura de su primera magistrada por su acercamiento a otros presidentes latinoamericanos u otros supuestos “males”, para no seguir actuando y pensando nada más que por lo que dicen las leyendas.