Para celebrar solemnemente el primer aniversario del proceso revolucionario rioplatense, la Junta Provisional Gubernativa solicitò al cabildo de Bs As un programa de los actos públicos a realizar. Fue asì como surgió el propósito de levantar en “media plaza una pirámide figurada, con jeroglìficos alusivos al asunto de la celebridad”. La acelerada construcción empezó a realizarse un mes y medio antes del festejo. La original (que se encuentra debajo de la actual), estaba rodeada de una alta verja, sostenida por doce pilares que en los ángulos ostentaba grandes faroles (en la foto, pintura de 1841 de Carlos E. Pellegrini).
Pero muchas vicisitudes habrìa de soportar el “Altar de la Patria” hasta finalizar el siglo XIX, desde su refacción sin alterar su fisonomía, hasta 1857 en que el arquitecto argentino Prilidiano Pueyrredòn le da la apariencia con que ha llegado a nuestros días, además de realizar otras obras pùblicas. La verja fue sustituida por otra màs importante iluminada con faroles de gas y el monumento recubierto con estuco en su totalidad. En los ángulos de la base se colocaron figuras de cemento alegóricas al comercio, agricultura, ciencias y artes, además de la estatua de la Libertad que la corona. Màs tarde serìan reemplazadas también las estatuas por otras de mármol blanco que representaban la Navegaciòn, Industria, Astronomìa y Geografìa que hoy se encuentran en el Parque Saavedra. Salvada de su demolición en 1883 durante la intendencia de Torcuato de Alvear, deseoso de “modernizar” la histórica Plaza de Mayo, con apoyo del Congreso Nacional e historiadores y hombres pùblicos de esa etapa liberal, otros la salvaron al optar por su conservación. Faltarìa su traslado definitivo en 1912, cuando recorriò 63 metros desde el otro lado de la vieja Recova que dividìa la plaza en dos (demolida en la década del 80) hasta su actual y definitivo emplazamiento. Es ademàs nuestro primer monumento histórico porque rescatò la primera victoria de las fuerzas de Buenos Aires en la batalla de Suipacha, el 7 de noviembre de 1810 en el Alto Perú.
Hasta aquí la crónica histórica; lo que vendría después tiene que ver con momentos importantes de nuestra historia reciente. Es un símbolo por excelencia de la defensa de la democracia y de la lucha de las Madres de Plaza de Mayo, que durante los últimos 34 años la convirtieron en el centro neurálgico de la visibilidad de la lucha a partir de sus rondas semanales identificadas con los pañuelos blancos. Asì lo entienden también las Abuelas de Plaza de Mayo como todos los organismos defensores de los derechos humanos y movimientos sociales por considerarla el epicentro de la ciudad y un símbolo histórico que representa el lugar de la protesta y la demanda en defensa de la libertad vulnerada.
Por eso resulta tan importante proteger nuestros monumentos emblemáticos- como el antiguo edificio de la Aduana de la ciudad de Buenos Aires inaugurado ayer como museo interactivo- para rescatar la memoria histórica y mantenerla viva y presente para las futuras generaciones.