sábado, 28 de marzo de 2009

Nueva ley de Radiodifusión para democratizar la comunicación


La futura ley que se debatirá en el Congreso Nacional en estos días terminará con la hoy vigente que viene de la época de la dictadura y que facilita el monopolio de muchos medios de comunicación gráficos y audiovisuales de gran poder económico. Son éstos los que imponen los temas de debate e influyen en la subjetividad colectiva, sean la inseguridad y la violencia, el conflicto con el campo o el clima de catástrofe que se avecina con la crisis económica global. Estos poderosos medios concentran diarios, revistas, canales de televisión, radios, agencias de noticias, editoriales gráficas, telefonía móvil. Para ellos, la mejor ley es la que no existe; es decir no tienen demasiado interés en apoyar una nueva ley de radiodifusión que podría limitar su expansión y condicionar la manipulación de las noticias que se mueven según la ley del mercado y no buscando la verdad.
El relator Especial de las Naciones Unidas para la Libertad de Expresión, Frank La Rue, felicitó a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner por propiciar este proyecto de ley de Servicios de Comunicación Audiovisuales y aseguró "es una buena iniciativa y que sienta un buen precedente no solamente para América Latina sino para el mundo entero”.
La apuesta será entonces que con una nueva ley de Radiodifusión, el Estado garantice el pluralismo en el acceso a los medios de comunicación en donde un segmento sea para usos comunitarios no lucrativos o de utilidad pública y que los medios alternativos puedan participar en la discusión de sus futuros contenidos sin que esto signifique censura, tal como viene denunciándose en muchos casos ante la no renovación de una licencia o supuestas interferencias a señales satelitales; que en realidad encubre la defensa de los grandes poderes económicos, opositores a su vez de los gobiernos de tinte popular.
Debemos abogar por una sociedad del conocimiento y no de la información, aprovechando toda la tecnología disponible actual y tomándola como una herramienta para la auténtica militancia democrática y de diversidad de opinión, terminando así con el discurso único y acrítico.